El Gallipato

El Gallipato

por Fernando Zamora.

Con este nombre que parece inventado por un niño, cualquiera pensaría en algún tipo de ave. Quizá algún tipo de gallina con las patas palmeadas y hábitos acuáticos. Sin embargo este singular animal es en realidad una salamandra, un grupo de anfibios que cuenta con apenas ocho especies en la Península Ibérica. Los tritones y salamandras, también llamados urodelos, (que tienen cola) son un grupo de anfibios que no goza de mucha popularidad frente a las ranas y sapos, o anuros (que carecen de cola).

 

Como todos los anfibios, los urodelos tienen la necesidad de pasar en el agua al menos una parte de su ciclo vital, habitualmente los estados de huevo y larva. De hecho, el renacuajo de las ranas posee inicialmente una cola que le hace parecer un diminuto tritón, pero más tarde desaparece con el desarrollo. Bueno, pues en los tritones esa cola se conserva en el estado adulto, lo que les da una apariencia más bien de lagarto y puede llevarnos a confusión. En algunas especies, esa cola posee membranas que la convierte en un eficaz órgano propulsor similar a la aleta caudal de los peces.

 

Pues el animal que protagoniza hoy estas páginas, nuestro querido Gallipato (Pleurodeles waltli, foto cortesía de @sergio_lobo26) es la especie de salamandra más grande de nuestro país. Alcanza cerca de treinta centímetros de longitud, de los cuales cerca de la mitad los aporta la cola. No es que tenga una coloración muy llamativa, pues su interés es pasar desapercibido para que ni sus presas ni los posibles depredadores le vean. Sin embargo, entre los tonos pardos y verdosos de su piel verrugosa, destacan dos hileras de bultos anaranjados que recorren la longitud del cuerpo del animal. Estos bultos corresponden al extremo de las costillas y en ellos se sitúan unas glándulas con veneno que componen un curioso mecanismo de defensa. Si el gallipato es atacado, puede extender sus costillas hasta el punto de atravesar su propia piel, provocando la salida del veneno y pinchando la sensible piel de la boca del depredador que se atreva a probar un gallipato para merendar.

 

Al gallipato sólo lo podemos encontrar en riachuelos, arroyos y charcas por todo el centro y sur de la Península Ibérica y norte de Marruecos, pues se trata de una especie endémica. Su presencia en nuestras  aguas, como la de muchos anfibios, se encuentra bajo amenaza. Los anfibios son indicadores de la calidad del agua, es decir, cuando una especie deja de aparecer en un río, es casi seguro que se ha producido algún tipo de contaminación. Como el canario que se llevaba a la mina como indicador de la presencia de gas, la desaparición de los anfibios nos alerta de la pobre calidad del agua y de que los esfuerzos para cuidar ríos, charcas y lagunas son más necesarios que nunca.