Plantas carnívoras
Rompes ese bloque de ladrillos, saltas a coger las monedas rebotando sobre el caparazón de una tortuga que sale disparada arrollando champiñones con cara de pocos amigos, pero tienes la mala fortuna de que en ese preciso instante emerge de la tubería una voraz planta carnívora provista de dientes que acaba con tu última vida. Game over, mejor suerte la próxima vez, Mario. También las hemos visto de forma recurrente en los dibujos animados y los comics: plantas con muy mala idea capaces de comerse algún que otro personaje si estos se descuidan.
En realidad las plantas carnívoras sólo son un auténtico peligro para los insectos, por lo que más bien podríamos denominarlas insectívoras, pero eso le quitaría un poco la épica al asunto. Este tipo de plantas tienen en común que han desarrollado algún tipo de mecanismo que les permite atraer insectos y atraparlos, para posteriormente digerirlos y aprovechar los nutrientes que les puedan aportar. En otras palabras, han desarrollado un comportamiento heterótrofo que complementa su capacidad de nutrirse a partir de materia inorgánica, luz y agua, como es de esperar de un ser autótrofo. Se cree que esta costumbre de tomarse un tentempié insectívoro es una adaptación a hábitats pobres en algunos nutrientes, con lo que la planta ganaría en salud y resistencia gracias a ella.
Las pruebas apuntan a que en la evolución apareció primero el desarrollo de las trampas necesarias para capturar presas, que la capacidad para digerirlas. Esto se evidencia porque podemos encontrar plantas ‘protocarnívoras’ actuales que muestran esas estructuras de caza pero luego no tienen enzimas que digieran al infortunado insecto. Estas plantas dependerían de la presencia de bacterias que hiciesen el trabajo sucio de descomponer el infortunado insecto en los nutrientes que la planta pudiera absorber. Aunque aquí encontramos un punto de controversia científica, puesto que también se piensa que estas plantas protocarnívoras no están a medio camino de volverse carnívoras, si no que bien podrían estar avanzando evolutivamente en el sentido contrario, esto es, dejando el hábito carnívoro. Algunas de estas plantas se podrían haber pasado a otras dietas, como digerir en sus trampas hojarasca o excrementos de animales para obtener los nutrientes que sacarían de los insectos.
Sea como fuere, lo que tienen en común estas plantas es que presentan estructuras diseñadas para la atracción y captura de los insectos. Esta característica es un caso de convergencia evolutiva, la misma solución adoptada por más de setecientas especies que pertenecen a tipos de plantas no emparentadas entre sí. La atracción la logran con sustancias olorosas y, en algunos casos, colores llamativos. El animal que se posa en la planta puede sufrir la acción de diferentes trampas según el mecanismo desarrollado. Algunas tienen pelos pegajosos que sujetan al insecto mientras la planta pliega unos tentáculos hacia él. Otras tienen hojas que actúan como cepos que se cierran al contacto. También son llamativas las que presentan unos recipientes cuyo borde es resbaladizo, haciendo caer al insecto al fondo de esta ‘jarra’ donde se ahogará. Hay plantas con trampas diminutas, diseñadas para presas como los protozoos y otras que funcionan en el agua, como la Utricularia, la planta carnívora que más rápido reacciona.
(c) Fernando Zamora