Las Cobayas
Por Fernando Zamora
Cavia porcellus es el nombre científico que le otorgo Linneo allá por el 1758 a partir de sabúia, palabra indígena brasileña para “familia de la rata” y porcellus que en latín se traduce como “puerquito”.
A este roedor cerdillo en España lo llamamos cobaya ya que adoptamos una derivación del nombre original indígena. Este animal recibe diferentes nombres por todo el mundo que son prueba de lo lejos que ha llegado como animal doméstico desde que en el siglo XVI se empezó a criar como un animal de granja por su carne entre Colombia y Perú. Sin embargo, hay quien apunta a que en realidad fueron los incas quienes empezaron a domesticar las cobayas mucho antes, hace más de 2000 años.
Allá en los Andes, de donde es originario, se le conoce como cuy por el agudo chillido que emite para comunicarse. La lengua quechua le atribuyó ese nombre que luego fue derivando en otras formas como cuyo o cuis en los diferentes países latinoamericanos. En algunos sitios ese nombre ha cambiado y hay quien lo llama acure. La misma lengua quechua tiene también otro nombre para este roedor que nada tiene que ver: en algunas zonas de Perú lo llaman jaca.
Los angloparlantes lo llaman Guinea pig, es decir, cerdo de Guinea, de nuevo haciendo referencia a su utilidad como animal de granja. Los alemanes y los rusos lo llaman con palabras que se traducen como cerdito de mar, quizá refiriéndose al uso de este animal como fuente de alimento para los marinos que cruzaban el Atlántico de regreso a Europa en la época de las colonias.
En muchos países se le conoce también como cerdito de Indias, chanchito de Indias o, el más conocido como conejillo de Indias. Este último nombre ha quedado relacionado con el uso de la cobaya como animal de laboratorio desde hace siglos, habiendo sido cruciales en importantes descubrimientos como la vitamina C, vacunas contra la difteria y tuberculosis, transfusiones, diálisis, antibióticos, anticoagulantes y medicamentos contra el asma.
Como podéis ver la historia de la cobaya está muy ligada a la del ser humano. En la actualidad, ocupa un lugar privilegiado en nuestros hogares como uno de los roedores más populares comercializados como animales de compañía. Más sociable que el hámster y más pequeña que el conejo, es una opción que encaja bien en cualquier hogar. A pesar de ser un animal que vive en sociedad, formando grupos extensos en las praderas andinas, si no disponemos de espacio, pero sí de tiempo para dedicarle, se puede tener una única cobaya en casa. No hay que perder de vista que se trata de una presa de múltiples depredadores, por lo que en un primer momento es un animal asustadizo, que echará a correr chillando ante los ruidos y movimientos bruscos. Sin embargo, poco a poco se adapta al ritmo de su nuevo hogar y reconoce a los humanos con los que cohabita, aprendiendo en seguida a quien de la familia es preferible llamar la atención para que atienda a sus necesidades.
Se trata de un animal herbívoro, cuya dieta tiene como base la hierba que forrajea por las praderas. Ese aspecto lo cubrimos con un aporte constante de heno que se puede enriquecer con diferentes flores. Complementamos la dieta con un pienso de buena calidad, basado principalmente en fibras vegetales y enriquecido con vitamina C.
Las cobayas son propensas a sufrir déficit de esa vitamina (recordamos que hay que agradecerles el descubrimiento de esta vitamina) y esto les podría acarrear serios problemas de salud, por lo que es una buena política ofrecer alimentos que añadan a su dieta una buena dosis de este elemento. El pimiento es una opción perfecta que les encanta y aceptarán como un snack, lo que ayuda a reforzar el vínculo también entre humano y cobaya, a la vez que aseguramos su buena salud.
Puesto que en la naturaleza haría uso de sus fuertes incisivos para obtener alimento, estos necesitan ser desgastados continuamente, por lo que es bueno darle materiales para ello o nuestra cobaya los buscará entre lo que tenga a su alcance: las partes plásticas de la jaula, los barrotes, las patas de las sillas, cables… Una consideración similar hay que tener con sus uñas, que en la naturaleza emplea para excavar galerías y en casa pueden resultar molestas cuando sufrimos un arañazo, por lo que es conveniente cortarlas regularmente. Con un cepillado de vez en cuando y el uso de lechos higiénicos carentes de polvo, nos aseguramos de tener un animal limpio y sano, pues las cobayas son propensas a trastornos respiratorios (recordad que se emplearon para investigar el asma).
Resumiendo, da igual por cual de sus múltiples nombres lo llamemos: este roedor andino lo tiene muy fácil para pasar de ser objeto de experimentación o culinario para convertirse en uno de los reyes de nuestros hogares, por su simpatía, curiosidad y fácil cuidado.