El ciervo volante y compañía

El ciervo volante y compañía

Me parece que en estas páginas ya hemos hablado alguna vez de aquellos animales que llamamos ‘bichos’, así en general. Todo aquello que vuela, se arrastra o camina pero no es un precioso pájaro ni un simpático mamífero entra dentro de esta categoría de animales que el público en general suele ignorar, en el mejor de los casos, cuando no espantar o aplastar con la zapatilla. Como ‘bichos’ tratamos a todo el inmenso grupo de los artrópodos, que son todos esos invertebrados que llevan una elaborada armadura articulada recubriendo cada parte de su cuerpo como si de diminutos caballeros medievales se tratase. Sin embargo, la realidad es que deberíamos rendir pleitesía a los caballeretes que componen este grupo zoológico, pues son ellos los auténticos dueños de la Tierra y no nosotros, los egocéntricos humanos. Los artrópodos no superan en número ampliamente y son capaces de habitar en todos los lugares conocidos, recorrer enormes distancias y aprovechar cualquier fuente de alimento para prosperar.

 

La clasificación de los seres vivos es como una colección de cajas que contienen a su vez más cajas que también tienen cajas cada vez más pequeñas en su interior y así sucesivamente hasta llegar a la unidad de clasificación que sería la especie. Pues bien, en esa gran caja de los artrópodos tendríamos, entre otras, una gran caja que contendría los insectos (hexápodos) y, dentro de esta tendríamos otra que contiene los escarabajos (coleópteros). Este grupo se caracteriza por tener dos pares de alas superpuestas, con la peculiaridad de que la que queda más externa se ha endurecido y no vale para volar, si no como protección del delicado segundo par de alas. Estas alas endurecidas que llamamos élitros le dan a los escarabajos ese aspecto de pequeños acorazados con patas. Cuando el animal quiere alzar el vuelo, simplemente separa esos élitros y despliega las alas que guarda debajo. Algunos miembros de este grupo ni siquiera hacen uso de esas alas voladoras y otros las siguen usando  para conseguir suspender en el aire cuerpos realmente robustos.

 

Este último es el caso del ‘escarabajo Goliat’, que ostenta el récord de ser el insecto de mayor volumen que existe con el tamaño de un puño de persona adulta y un batir de alas que parece el sonido de un helicóptero en vuelo. Escarabajos de esta envergadura no se encuentran en nuestras latitudes, pero si que tenemos algunos buenos representantes que impresionan por su tamaño y curioso diseño. Como mejor ejemplo tendríamos al llamado ‘ciervo volante’ que vemos en la foto y que tendría el récord de tamaño a nivel europeo. Los machos de esta especie lucen una poderosa cornamenta que es realidad un sobrecrecimiento de su mandíbula y les sirve para competir entre sí. Es un escarabajo que se puede encontrar en todo el país, pero encuentra mejores condiciones en el norte, ligado siempre a zonas boscosas de robles, sauces, hayas, chopos y frutales. Les encanta la savia azucarada de los árboles y suelen mostrarse más activos volando a última hora de la tarde. Sus larvas también viven de los bosques, alimentándose de madera muerta, lo que ayuda en la descomposición de la misma. Esta vida tan ligada a los bosques y la madera dañada de los árboles les sitúa en una posición delicada en la actualidad, pues los bosques de las especies nombradas escasean cada vez más, siendo sustituidos por especies de coníferas. Además, la gestión habitual de los bosques implica la retirada de madera muerta y ramas dañadas, recursos naturales imprescindibles para nuestro ciervo volante. Para conocer y proteger a esta y otras especies de escarabajos lucánidos, desde hace casi tres décadas existe el Proyecto Ciervo Volante (Grupo de Trabajo sobre Lucanidae Ibéricos GTLI) cuya web podéis visitar para saber más sobre este grupo de bichos acorazados que habitan nuestros bosques.

 

(c) Fernando Zamora