Daoíz y Velarde

Oficiales de artillería del cuartel de Monteleón que se sumaron al levantamiento del 2 de mayo de 1808 contra las tropas francesas. Cualquier lector interesado en conocer las dos figuras a las que les dedicamos hoy esta página puede acercarse al libro 1808. EL DOS DE MAYO, TRES MIRADAS, con relatos de Alejo Carpentier, Benito Pérez Galdós y José Mª Blanco White; y para conocer mejor a nuestros héroes del 2 de Mayo, léase el libro de Arsenio Fuertes DOS DE MAYO DE 1808. EL GRITO DE UNA NACIÓN. Le aseguro que conocerá muy bien los primeros días del levantamiento de Madrid ante la presencia de las tropas napoleónicas, y el heroísmo de los capitanes Daoíz, Velarde y el teniente Ruiz, entre otros muchos héroes anónimos madrileños.

El general de los ejércitos franceses, Murat, recibió la orden de enviar a los infantes María Luisa, Antonio Pascual y Francisco de Paula para que fueran custodiados por los franceses. El rey Carlos IV, que estaba en El Escorial, y su hijo Fernando VII, el rey felón, que estaba en Bayona, habían abdicado uno en otro y el otro en el uno, y este último en José I, el famoso Pepe Botella (que, por cierto, era abstemio), hermano de Napoleón, en las vergonzantes abdicaciones de Bayona. La salida del Palacio Real del infante Francisco de Paula el 2 de mayo para ser protegido por Francia provocó el levantamiento popular: ¡Qué nos lo llevan! ¡Traición! ¡Nos han quitado a nuestro Rey y quieren llevarse a todos los miembros de la Familia Real! ¡Muerte a los franceses! gritaba el cerrajero madrileño José Blas de Molina. El mismo día 2, ante los sanguinarios acontecimientos que provocaron las tropas francesas, Juan Pérez Villamil, fiscal del Supremo consejo de Guerra, hizo firmar a los alcaldes de Móstoles Andrés Torrejón y Simón Hernández un bando en el que se le declaraba la guerra a los franceses.

Pronto comenzaron a oírse tiros y cañonazos en las calles aledañas al Palacio Real, donde acudieron muchos madrileños armados con navajas, con palos y con lo que tenían a mano. Había comenzado la Guerra de la Independencia.

El mismo día 2, los capitanes de artillería Luis Daoiz y Torres de Navarra, del cuartel de Artillería de Monteleón y Pedro Velarde y Santillán, iniciaron el levantamiento militar y apoyaron al pueblo en el levantamiento.

Daoíz tenía 41 años, y pertenecía a una rica y aristocrática familia andaluza, que procedía de la localidad navarra de Aoíz, de donde tomó el apellido. Era un hombre muy experimentado y culto: hablaba cinco idiomas y había publicado un tratado sobre la artillería naval. Era el comandante del Parque de Artillería de Monteleón. Por su parte, Velarde era natural de Muriendas, en Cantabria. Tenía a la sazón 28 años, había ascendido a capitán y había sido profesor de la Academia de Artillería de Segovia. Había ocupado el cargo de asistente del valido Godoy, y había conocido al general francés Murat, quien le había propuesto pasarse al servicio de Francia.

El 2 de mayo por la mañana, Velarde se encontraba en su despacho del Estado Mayor del Ejército. Allí se enteró de los sucesos de palacio; se dirigió entonces al Cuartel del Segundo Batallón de Voluntarios de Estado, en la calle San Bernardo y le pidió al coronel al mando una compañía de soldados para defender el cuartel de Monteleón. Acompañado entre otros oficiales por el también héroe, teniente Jacinto Ruíz y treinta y seis soldados, se presentaron en Monteleón.

El cuartel estaba rodeado por el gentío que pedía a los soldados españoles la entrega de armas. Cuando Velarde entró en el cuartel, desarmó al comandante francés, y a los soldados franceses que había en el mismo. Entre ambos capitanes hubo sus más y sus menos (hay historiadores que dicen que llegaron a las manos) sobre quién debía dirigir la resistencia, hasta que Daoíz abrió las puertas del cuartel y armó al pueblo. A partir de ese momento Daoiz y Velarde se pusieron en rebeldía de sus mandos del ejército español, que tampoco supieron como debian reaccionar.

Daoiz armó a unos 300 civiles que habían acudido a pedirlas, la mayoría de los cuales se volvieron a combatir por su cuenta en las calles, en tanto que un centenar se quedó bajo su mando para defender el cuartel, organizó a soldados y civiles en grupos mixtos mandados por un oficial, y sacó a la calle cinco cañones para defender el cuartel de los franceses que pudieran venir por las calles de San Bernardo y Fuencarral. Poco a poco se fueron uniendo espontáneamente varios oficiales de artillería y de otras armas, así como algunos soldados a los que el levantamiento había cogido en sus casas.

Murat ordenó al general Lagrange que sofocara la rebelión, empleando para ello unos 2.000 soldados de infantería y de caballería, así como 4 piezas de artillería. Daoíz, con sus cinco cañones, trataba de mantener a distancia a los franceses, a los que causó gran número de bajas, mientras que los paisanos y soldados mandados por Velarde trataban de detener los avances de la caballería y la infantería francesa. Tras dos horas de enfrentamientos, muchos defensores estaban muertos y heridos, entre ellos, Velarde, que, alcanzado por un disparo, murió en el acto, y Daoíz, muerto por un soldado francés que le clavó su bayoneta.

Hoy, el arco de la puerta de entrada al antiguo Cuartel de Monteleón cobija el monumento a los héroes caídos el 2 de mayo, en la plaza del mismo nombre. En honor a estos dos grandes hombres también son conocidos popularmente como Daoíz y Velarde los dos leones que protegen nuestras cortes.

Publicar un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.