Dalí
Ya fuera un genio o un artista estrafalario, su legado no pasa inadvertido incluso hoy en día y no podemos más que maravillarnos con la perfección técnica y el imaginativo contenido de su arte.
Este mes de mayo se cumplen 115 años del nacimiento, en Figueras (Gerona), de uno de los artistas más polémicos de la pintura española: Salvador Dalí. El segundo Salvador Dalí, porque sus padres le pusieron el mismo nombre que llevó un hermano mayor suyo, muerto nueve meses antes: durante muchos años, Dalí no se creyó él mismo, sino la reencarnación de su hermano mayor, idea a la que contribuyeron sus padres cuando, a los cinco años lo llevaron a la tumba de su hermano.
Creció en el seno de una familia acomodada que pasaba sus vacaciones en Cadaqués. Allí, el joven Dalí se aficionó al fútbol, y jugó muchas veces con el célebre delantero del Barcelona José Samitier, uno de los mejores de su época. Desde chico mostró una especial disposición hacia las artes plásticas, lo que decidió a sus padres a enviarlo al taller del maestro Juan Núñez, aconsejados por otro pintor destacado de la época: Ramón Pichot. Con ambos aprendió las bases de lo que luego sería su magnífica labor estética en el mundo de la pintura.
A los 18 años se fue a estudiar a Madrid, a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de donde fue expulsado antes de los exámenes finales del curso, porque dijo que “nadie estaba en condiciones de examinarlo”, tal era su orgullo y megalomanía. Convivió en la famosa Residencia de Estudiantes con lo que luego sería la flor y nata de la intelectualidad española de la época: la Generación del 27; trabó gran amistad con Luis Buñuel y con Federico García Lorca, quien se enamoró perdidamente de nuestro personaje, sin que éste correspondiera a sus amores.
Ya en esta época Dalí mostró las características fundamentales de su carácter: excéntrico, fatuo, presuntuoso, narcisista y petulante, que buscaba atraer hacia sí toda la atención: “ser el novio en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro”. Y para conseguirlo, se dejó crecer el bigote con las puntas hacia arriba, marcando “las diez y diez”, como decía él, y dar con su indumentaria extravagante, la imagen de un artista de siglos anteriores: largas patillas y melenas, gabardina y polainas y medias muy llamativas. Su indumentaria insólita y su actitud presuntuosa las mantuvo durante toda su vida.
Se enamoró perdidamente de Gala, que era la esposa de su amigo Paul Éluard, gran poeta surrealista, quien, en lugar de ofenderse con su amigo, le sirvió de testigo en su boda. Gala era once años mayor que él, y con ella convivió hasta su muerte. Sus padres nunca aceptaron su matrimonio con Gala, lo que deterioró su relación con ellos. Una vez dijo: “En ocasiones, escupo en el retrato de mi madre para entretenerme”; y en otra ocasión, le entregó a su padre un preservativo lleno de su propio semen, y le dijo: “Toma. Ya no te debo nada”.
Durante nuestra guerra civil mostró una actitud ambigua, frente a la mayoría de los intelectuales contemporáneos, claramente antifranquistas, aunque nunca defendió el fascismo ni el nacionalsocialismo. Su actitud política le valió un juicio político de los surrealistas, y fue expulsado de la nómina del movimiento. Ante esta expulsión él contestó: “Yo soy el surrealismo”. Durante la segunda guerra mundial, huyó con Gala a los estados Unidos, donde vivieron durante ocho años, se dedicó a lo que luego llamaría con su lenguaje rimbombante periodo místico-nuclear, por el horror que le causó la bomba de Hiroshima.
En la postguerra, vivió en Cataluña, en Port Lligat, en Cadaqués. Recuperó su antiguo catolicismo, y recibió del rey Juan Carlos I el título de Marqués de Púbol, donde fue enterrado en 1989.
Su actividad artística se extendió por muchos campos: la escultura, los grabados, la escenografía, y, especialmente, por la pintura. Se acercó al cubismo de Picasso, aunque acabó siendo el mejor representante del dadaísmo y del surrealismo. Con su amigo Buñuel colaboró en el guion del cortometraje Un chien andaluo (Un perro andaluz), y no hizo ascos a participar en el mundo de la publicidad. A él se deben un anuncio para la firma de chocolates Lanvin, así como el logo del chupa chups.
Como pintor, fue el mejor representante del surrealismo mundial. Sus magníficos cuadros La persistencia de la memoria (o Los relojes blandos), El gran masturbador, Sueño causado por el vuelo de una abeja, Jesucristo, o los cuadros en los que aparece la figura de su gran amor, Gala, los conoce todo el mundo.
La figura de Salvador Dalí nunca estuvo exenta de polemica. Orwell dijo de él: “Uno debería ser capaz de conservar en la cabeza simultáneamente las ideas de que Dalí era al mismo tiempo un excelente dibujante y un irritante ser humano. La una no invalida, o efectivamente, no afecta a la otra”.