Caballitos de mar

Por Fernando Zamora

El mundo de los peces es realmente variado. Acoge infinidad de especies que abarcan desde el gigantesco tiburón, ballena con sus más de 11 metros de largo, hasta el diminuto paedocypris con sus apenas 8 mm.

Este grupo nos ofrece animales de todos los colores imaginables, transparentes o incluso con cierta capacidad de cambiar de color para camuflarse. Más allá de la típica forma de pez hidrodinámica con sus aletas, existen otro buen surtido de extrañas formas que a veces nos hacen perder de vista el tipo de animal que tenemos delante. Esto ocurre con un pez famoso precisamente por su extraña forma: el caballito de mar.

En realidad es más correcto hablar de un grupo de especies más que de un pez, pues existen 54 especies del género Hippocampus. Solo el nombre científico ya nos da información del tipo de animal del que hablamos: Hippo- significa caballo en griego y –campus significa monstruo de mar. Es decir, estamos ante pequeños monstruos marinos con forma de caballo.

Todos los caballitos tienen en común una morfología singular: su cuerpo cubierto de placas óseas se ha convertido en un tubo, con la cabeza perpendicular al resto del cuerpo, siendo los únicos peces conocidos con la cabeza en esta posición. Al otro extremo, donde en cualquier pez tendríamos la aleta caudal, encontramos que el cuerpo se retuerce
formando una curiosa “cola” prensil.

Esta cola permite a los caballitos agarrarse a corales y plantas acuáticas para evitar ser arrastrados por las corrientes. La natación la lleván a cabo gracias al movimiento de la aleta dorsal y lo hacen en una posición erguida, con la cola apuntando al fondo del mar. Y como cualquier pez, regula su posición en la columna de agua hinchando o vaciando de aire su vejiga natatoria.

La vida del caballito consiste en permanecer casi inmóvil, agarrado a cualquier soporte y tratando de pasar desapercibido ante los ojos de los depredadores. En esto entra en juego la capacidad de camuflaje del caballito: cada especie tiene una coloración y forma adaptadas a confundirse con el entorno, desarrollando filamentos y protuberancias que los hacen parecer parte de los corales y algas que les rodean. Mediante su boca en forma de tubo succionan pequeños organismos planctónicos que encuentran en el agua.

Otro hecho muy conocido es su particular forma de reproducción. Comienza con un cortejo muy vistoso donde la pareja bailan y se entrelazan. El apareamiento se realiza frente a frente y consiste en el traspaso de los huevos por parte de la hembra a una bolsa que tiene el macho en el vientre

Aquí termina toda la aportación de la hembra en esta forma de reproducción tan a opuesta a la que estamos acostumbrados los mamíferos. Protegidos en la bolsa paterna, los huevos serán fecundados y se desarrollaran hasta el momento del “parto” en el que la bolsa se abre para dejar salir multitud de diminutas larvas de caballito. Encontramos caballitos de mar en muchas localizaciones de aguas templadas y tropicales. Procedentes de estas últimas, hay algunas especies de caballito que se comercializan y se crían en cautividad con éxito para los aficionados a la acuariofilia marina. Para mantener caballitos en casa prácticamente hay que diseñar un acuario especifico para ellos, con un entorno tranquilo, multitud de asideros y corrientes moderadas.

En nuestro país podemos encontrar caballitos en las aguas del Mediterráneo y Atlántico, si bien su número se está viendo mermado por la continua degradación del medio marino y por sus capturas accidentales en las redes de pesca. En el Mar Menor se han realizado grandes esfuerzos para recuperar la población existente, aunque la degradación
del pequeño mar murciano hace muy improbable volver a ver estos singulares peces en sus aguas, agarrados a las algas dejando pasmados a los buzos que se aventuran a disfrutar de lo que nos ofrece la vida bajo las aguas.

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