Palomitas
Palomitas
Odiadas por muchos por las molestias que pueden causar el ruido y la suciedad que generan, las palomas son aves que han convivido históricamente con los humanos, tachadas de ‘ratas con alas’. Por mi parte, siendo niño he disfrutado muchos domingos de gastar parte de mi paga en una bolsita de maíz para alimentar a las palomas que suben confiadas a las manos infantiles. Son animales que hemos domesticado para nuestro propio beneficio hace miles de años, habiéndose beneficiado de ellas todas las grandes civilizaciones empezando por los egipcios, en principio para consumir su carne, pero también como parte de la simbología religiosa. Dicha simbología la encontramos también en la religión católica, donde la paloma se emplea habitualmente como representación del Espíritu Santo.
Desde la Edad Media hasta la aparición del telégrafo, ha sido frecuente su empleo como eficaces mensajeras, jugando papeles importantes en las comunicaciones bélicas e incluso llegando a ser condecoradas. Esto es posible gracias a que las palomas poseen un eficaz sistema de navegación para encontrar el camino de vuelta a casa a través de cientos de kilómetros, aunque el terreno les sea totalmente ajeno, llegando a recorrer mil kilómetros diarios y alcanzar los 80 kilómetros por hora. Aunque no está del todo claro como logran esta proeza de la orientación, al parecer interviene la posición del sol, el campo magnético y el reloj interno de la propia ave.
La familia de las palomas (Columbidae) la integran más de 300 especies que se pueden encontrar en todo el mundo salvo en los polos. La paloma doméstica de la que hemos hablado hasta ahora sería la descendiente de la especie llamada paloma bravía. Esta ave es fácil de distinguir del resto de palomas que podemos ver en nuestro país por las dos franjas oscuras que marcan sus alas y una mancha blanca en el obispillo, que es como se denomina a la región de la espalda del ave que está antes de la cola. Las palomas domésticas son iguales, pero podemos encontrar muchas más mezclas de color y variedades producidas por selección con el fin de presentarlas a concursos.
Hay otras palomas volando por la península ibérica y no es difícil distinguir unas de otras, vamos a ver las diferencias con la paloma bravía. La paloma zurita es más pequeña y carece de las dos marcadas franjas oscuras de las alas y de la mancha blanca del obispillo. La paloma torcaz, que es un ave frecuentemente cazada, es más grande y tiene unas manchas blancas en los lados del cuello y en las alas. Luego tenemos algunas especies de tórtolas, confundidas con las palomas, pero más pequeñas y estilizadas. Se trata de otra ave con una larga historia de domesticación en el caso de la tórtola doméstica o rosigris. Seguro que os suenan las variedades blancas que muchas veces emplean los magos en sus trucos y como símbolo de la paz. Su coloración nativa es muy parecida a la de su pariente salvaje la tórtola turca que encontramos en nuestros campos: el cuerpo gris, con el pecho rosado y collar negro alrededor del cuello. En verano nos visita la tórtola europea, más pequeña y de colores más oscuros y pardos y cola negra.
Cuando veas a estos habitantes alados de nuestros pueblos y ciudades ya puedes tratar de distinguir palomas de tórtolas y decirles a tus amigos que la paloma de la paz no lo es en realidad, como tampoco la que saca el mago de su chistera.
(c) Fernando Zamora