El pez de laboratorio

El pez de laboratorio

Con más de un siglo de relación con los humanos a sus espaldas desde que fue traído a Alemania en 1905, la cebrita o pez cebra apenas guarda secretos para nuestros científicos. Este pequeño pariente de las carpas habita en las aguas tranquilas de India, Bangladesh y Nepal, donde vive en cardúmenes numerosos. Es un pez que no supera los 4 centímetros de largo y que, como puedes ver en la foto de Petr Kuznetsov, luce rayas en su cuerpo. Al contrario de lo que ocurre con el cuadrúpedo del que toma su nombre, esas líneas oscuras son longitudinales, van del opérculo a la aleta caudal en número de 5 a 9 y se dibujan sobre un fondo plateado en las hembras y dorado en los machos, que suelen ser más pequeños y estilizados. Este patrón ayuda a las pequeñas cebritas a confundir a los depredadores que ataquen el cardumen, dificultando la identificación de los individuos.

 

El interés humano por estos peces cuyo nombre científico es Danio rerio es, en principio, ornamental. La cebrita es un pez de acuario muy común y fácil de mantener que aporta vivacidad a la comunidad de habitantes del acuario. La industria de la acuariofilia ha logrado depurar algunas líneas de cría para obtener variedades con características especiales, como aletas más largas o un cuerpo de color dorado. Sin embargo, han sido los científicos los que han encontrado en la cebrita el perfecto modelo para la investigación.

 

Al mantenerse y criarse con facilidad, de forma bastante prolífica y alcanzar la madurez en cuestión de poco tiempo, los estudios genéticos y de desarrollo pueden avanzar más rápidamente que con otros animales. El desarrollo de su embrión apenas dura 24 horas hasta poder ver órganos, lo que se hace con facilidad al ser transparente. La ciencia ya cuenta con todo su genoma secuenciado, es decir, se conoce el orden exacto de todos los nucleótidos que forman su ADN. Se ha visto que  comparte con nosotros cerca del 80% del genoma, por lo que los resultados obtenidos podrían ser extrapolables al ser humano. Estos datos se están compartiendo abiertamente entre los investigadores, que pueden inducir mutaciones en secuencias concretas y observar el resultado en el ejemplar, de manera que pueden relacionar cada gen con su función. Como ves, este pequeño pez pone a nuestro alcance un montón de información muy valiosa.

 

Una consecuencia controvertida de todo este conocimiento de la genética de la cebrita ha sido el desarrollo de animales transgénicos con fines comerciales que incluyen genes procedentes de medusas y corales que les aportan coloración fluorescente. Es decir, se comercializan peces patentados que brillan en la oscuridad con diferentes colores. Los especímenes transgénicos están prohibidos en la Unión Europea, pero en algunos lugares de Estados Unidos se pueden comercializar y cuentan con público que los demanda, pero también con cierta oposición por los aspectos éticos de esta práctica. El debate está servido: ¿Tendrías un pez que brilla en la oscuridad procedente de manipulación genética directa?

 

(c) Fernando Zamora