Las plantas tienen sed
En estos tiempos de sequías tempranas y, por lo que parece, con pinta de ser cada vez más frecuentes, no dejamos de ver en las noticias imágenes de tierras agrietadas, cultivos raquíticos y agricultores desesperados. Nosotros, como animales, tenemos muy claro para qué necesitamos el agua y nuestro cuerpo nos indica con diferentes señales cuando es necesario hidratarnos para que nuestras funciones vitales no se vean mermadas. El resto de animales, igual, saben cuando se deben acercar a la charca a beber, aún a riesgo de que eso les exponga a ser comidos por el vecino.
Pero, ¿y qué pasa con las plantas? ¿Para qué quieren ellas el agua y como la consiguen o la pierden? Partiendo de que hay multitud de tipos de plantas, podemos generalizar en que la mayoría de las plantas tienen un sistema de vasos para transportar sustancias por su organismo que podría asemejarse a un sistema circulatorio. Estos vasos conducen los productos tanto elaborados como brutos que la planta necesita en cada tejido, además de otras sustancias como hormonas vegetales (si, las plantas también tienen). Para que la savia pueda circular, es necesario que todo esto vaya diluído en agua. También en las raíces es necesario que las sales minerales que la planta toma vayan diluídas en agua para que puedan pasar al interior de la planta, del suelo seco no pueden sacar nada.
Además de como disolvente, el agua es indispensable para que la planta realice la fontosíntesis, ese proceso bioquímico que permite transformar la energía lumínica en energía química uniendo moléculas de CO2 y agua para formar glucosa. Luego entonces, cero agua supone cero fotosíntesis y por lo tanto, cero alimento. Hay que tener en cuenta que esta transformación no se produce del tirón, conforme la planta recibe luz, si no que se realiza en dos pasos, uno de los cuales se lleva acabo por la noche. En las células de las hojas lo que se está haciendo es guardar esa energía y también el CO2 que capta por los estomas (unas diminutas ventanitas que se sitúan en el envés de la hoja) para fabricar la glucosa más tarde, al caer el sol.
Y en la apertura de esas ventanitas es donde radica el problema del calor para la planta. Al tener los estomas abiertos el calor va a provocar que se produzca evaporación del agua del interior de la planta. Esto hace que las raíces traten de tomar más agua del suelo, como si toda la planta fuese una pajita de la que el calor está sorbiendo. Y cuando hay sequía, el agua del suelo también se está evaporando o ya se evaporó, con lo que la planta entra en estrés hídrico, cierra los estomas y para la producción. Si esto sigue así, primero dejará de crecer y de destinar energía a los frutos y, finalmente acabará muriendo.
Y ahora diréis que las plantas entonces están bastante mal adaptadas para la situación que previsiblemente se le viene encima. Es cierto, la mayoría de las plantas (a las que llamamos C3) evolucionaron para una situación ambiental diferente donde el agua no es tan limitada ni el calor tan extremo. Las que si lo hicieron son las plantas que llamamos CAM, aquellas cuyo hogar es el desierto y están diseñadas para retener el agua a toda costa. Entre las C3 y las CAM, tenemos las plantas C4, que sin ser un cactús consiguen reducir este problema de pérdida de agua por los estomas al separar físicamente el lugar donde se fija el CO2 de aquel donde se fabrica el azúcar. Estas plantas en la actualidad suponen el 3% de las especies conocidas. Yo apostaría por ellas en un futuro seco y cálido. Puede que los cultivos de maíz, la grama, la caña de azúcar o el centeno, que son algunos ejemplos de de plantas C4 sean lo más adecuado para nuestra situación ambiental actual. Ahí queda la idea.
(c) Fernando Zamora