Aguas heladas
Hace unos días me preguntaron cómo es que los peces que viven en los polos no se congelan en esas aguas tan frías. Si bien es cierto que el clima en los extremos más fríos de nuestro planeta resulta poco menos que inhóspito para nosotros, criaturas de sangre caliente, en realidad la vida bajo las aguas no es tan fría como podemos imaginar. Los pobres pingüinos que viven en las llanuras antárticas sí que llegan a sufrir temperaturas extremas de hasta sesenta grados bajo cero, pero los peces que nadan en las aguas circundantes lo hacen con una temperatura de entre menos dos y diez grados centígrados. Para ponernos contexto, ten en cuenta que el congelador de tu casa suele rondar los quince grados negativos, así que la temperatura en los océanos ártico y antártico no alcanza para producir pescado congelado.
Ante ese frío algunos peces han desarrollado una suerte de anticongelante orgánico a base de glucopéptidos para que la circulación funcione con normalidad. Otras especies más grandes, como algunos tiburones, lo que hacen es hacer circular la sangre entre su musculatura para que el calor que esta genera con la natación ayude a subir algún grado la temperatura de las sangre. Otras especies optan por la razonable opción de realizar migraciones cuando la situación es demasiado adversa.
Pero lo más complicado para los animales no es tanto la falta de calor como la falta de luz solar. Hay que recordar que en los polos se alternan seis meses de oscuridad con otros tantos de luz. Durante esos meses oscuros, la cadena trófica que nace del fitoplancton que se nutre de la luz solar se desmorona y se vuelve muy complicado encontrar alimento. Así que muchos peces se marchan a aguas más ricas durante ese periodo. Otros, como el bacalao ártico, se buscan la vida bajo el hielo. Colgando de esos bloques viven unas algas filamentosas de las que se alimentan unos pequeños crustáceos llamados copépodos que son la base de la dieta del bacalao durante la larga noche.
Si todo es tan complicado en los polos, ¿por qué vivir allí? Pues, paradójicamente, estamos ante algunas de las aguas más ricas del mundo. Durante los seis meses que dura el día, se produce una tremenda explosión de fitoplancton, de tal tamaño que se puede llegar a ver desde el espacio. Todas estas algas microscópicas en suspensión son devoradas por el zooplancton, entre ellos el famoso krill que sirve de alimento a las colosales ballenas. Y también a un montón de peces que a su vez nutren a otros depredadores como focas o pingüinos, que luego son presa de super depredadores como orcas, tiburones u osos polares. Por ilustrar la producción de vida que se genera, te cuento que el Polo Norte ha dado a la ciencia el descubrimiento de varias especies gigantes: la medusa melena de león con sus 2,4 metros de diámetro y más de 30 de longitud de tentáculos, el tiburón de Groenlandia que alcanza la tonelada y supera los 5 metros o la ballena de Groenlandia, cuyas barbas alcanzan los 3 metros de longitud.
(C) Fernando Zamora