En las Antípodas

En las Antípodas

Por Fernando Zamora

Nos hemos pasado la vida convencidos, no tengo muy claro por qué razón, de que si cavamos un agujero atravesando la Tierra en línea recta desde nuestro país, podríamos asomar la cabeza en Australia. En realidad, si fuese posible tal hazaña, lo más probable es que acabásemos apareciendo en el fondo del mar que rodea  Nueva Zelanda. O bien, tal y como se ha publicado recientemente, nos encontraríamos paseando por el sumergido continente de Zelandia que lleva escondido bajo el agua 23 millones de años.

Pero bueno, supongamos que tras nuestro periplo subterráneo salimos del hoyo en la mayor isla de Oceanía: Australia. Es posible que a nivel faunístico sea cierto que nos encontramos en las antípodas, ya que esta isla se separó del enorme macro-continente que llamamos Gondwana hace de 165 millones de años, llevando “a bordo” representantes de multitud de grupos animales que han evolucionado en unas condiciones distintas a las que se daban en el resto del globo. Así, Australia acumula un número de endemismos impresionante: aproximadamente el 90% de los animales australianos sólo se pueden encontrar allí.

En la era de los descubrimientos, cuando los navegantes y naturalistas surcaban los mares nombrando y describiendo territorios remotos y nuevas especies, los primeros relatos de aquellos aventureros en tierras australianas debieron ser tachados de invenciones y desvaríos. ¿Mamíferos que portan sus crías en una bolsa? ¿O que ponen huevos? ¿Cocodrilos que nadan en el mar? Lo cierto es que las singulares condiciones de aislamiento y evolución climática de la isla dieron lugar a un abanico de especies que aún hoy asombran al mundo y son objeto de estudio y conservación (o debería serlo).

Los famosos canguros y koalas son las primeras imágenes que acuden a nuestra mente al hablar de marsupiales, ese peculiar grupo de mamíferos cuyas crías se desarrollan en el interior de un marsupio o bolsa donde están protegidos y alimentados hasta que pueden valerse por sí mismos. En el mismo grupo tenemos a los extintos lobos de Tasmania y a los amenazados wombats, tenrecs y bandicuts, la versión marsupial de lobos, erizos, roedores y… bueno el bandicut no tiene posible comparación.

El otro grupo rarito es el de los monotremas, esos mamíferos que se dedican a poner huevos como las aves y los reptiles. Ahí tenemos el famoso ornitorrinco que casi parece un cruce de pato con nutria y al no menos curioso equidna, un erizo devorador de hormigas. Debe ser chocante encontrar alguno de estos seres cuidando de sus huevos o ver salir de su cascarón a un pequeño y delicado mamífero.

Y no solo ahí queda la cosa: multitud de coloridas aves, lagartos de aspectos increíbles, un sinfín de especies de geckos y la inmensa diversidad que alberga la Gran Barrera de Coral. Australia supone una increíble pirueta de la biodiversidad situada en los terrenos que para los primeros pobladores humanos solo tenían valor para dejar allí a presidiarios y delincuentes.

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