Antonio Gaudí
Es Antonio Gaudí uno de los más conocidos arquitectos de la historia no sólo de España, sino del mundo entero. Gaudí, Barcelona y la Sagrada Familia constituyen un tríptico inseparable. Y su huella es notable en los principales arquitectos mundiales del siglo XX.
Nuestro personaje nació el 25 de junio de 1852, en Riudoms, pueblecito muy cercano a Reus. Hijo de un calderero, profesión bastante apreciada en la época, aprendió en casa a trabajar con los volúmenes y las formas especiales, que luego usará en sus edificios. De salud quebradiza, su carácter era reservado y difícil, aunque sus amigos niegan que fuese hosco: apreciaban en él un carácter afectuoso, cortés y afable. Sus amigos, entre los que destacamos el industrial Eusebio Güell, el obispo Torras y Bages, y José Llimona, así como algún político, (Cambó o Prat de la Riba le propusieron que se presentara a diputado, cosa que él rechazó) le alababan como gran conversador.
Durante su juventud le tocó vivir momentos turbulentos políticamente. Se declaraba defensor de la identidad cultural de Cataluña, lo que le valió algún disgusto y ser detenido en una manifestación en la “diada” de 1920, durante la dictadura de Primo de Rivera, y arrestado por la Guardia Civil.
Estudió en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, a la vez que trabajaba como delineante en los despachos de varios arquitectos destacados de la época, como Emilio Sala o Francisco de Paula del Villar, quien, por cierto, fue el que recibió el encargo de levantar la Sagrada Familia; no fue un estudiante muy brillante y cosechó varios fracasos académicos, aunque con maravillosos trabajos de prácticas. Tanto fue así que, cuando acabó la carrera, el director de la escuela de Arquitectura, Elías Rogent, dijo con buen humor: “Hemos dado el título a un loco o a un genio: el tiempo lo dirá”. Y resultó ser un genio. Se tomó con humor su graduación: a su gran amigo, el escultor Matamala, le comentó: “¡En este papelito dice que ya soy arquitecto!”, lo que demuestra su ironía y fino humor. Matamala fue su estrecho colaborador en varios proyectos, como en las farolas de la Plaza Real de Barcelona, y fue jefe del equipo de modelistas en la construcción de la Sagrada Familia.
Cuando se hizo mayor, se abandonó: se hizo vegetariano y adquirió un aspecto de mendigo que, a la postre, le costaría la vida: el 7 de junio de 1926, yendo hacia la iglesia de San Felipe Neri, en la Gran Vía barcelonesa lo atropelló un tranvía. Su aspecto de mendigo provocó que no fuera reconocido, por lo que no fue atendido de inmediato, y dos días más tarde moría en el hospital de la Santa Cruz.
La obra de Gaudí es muy amplia. Destacaremos, en las artes decorativas, el descubrimiento de la técnica de “trencadis”, que es la utilización del mosaico en las figuras decorativas, típicamente modernista, que se puede admirar, entre otros lugares, en el lagarto del Parque Güell, que se ha convertido en una figura emblemática.
En su evolución, podemos destacar varias etapas: la Modernista, Orientalista, de la que es magnífica muestra la Casa Vicens; el periodo Neogótico, que podemos admirar en el Colegio de las Teresianas; y la etapa Naturalista, cuyas mejores muestras son la Casa Calvet, la Casa Batlló y la Casa Milá, más conocida como La Pedrera, edificios todos ellos en Barcelona.
Debemos añadir la magnífica cripta de la Colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló, el Capricho de Comillas, el palacio episcopal de Astorga, y la casa de los Botines en León, como lo más destacado de su obra.
Los últimos 43 años de su vida los dedicó a la construcción del Templo de la Sagrada Familia. En 1882 el obispo Urquinaona encargó levantar, en lo que entonces era un municipio independiente de Barcelona, San Martín de Provenzal, un templo expiatorio. En principio, se encargó el proyecto al arquitecto Francisco de Paula del Villar,
amigo de Gaudí. Por desavenencias con otros arquitectos, en 1883 Villar abandonó el proyecto, y el heredero del mismo fue nuestro personaje, que incluso se trasladó a vivir a las obras del templo.
Es una exaltación abrumadora de la fantasía y de la fuerza imaginativa de Gaudí, una renovación de la decoración, y de las técnicas constructivas, aportando nuevas soluciones, que antes ya había ensayado en otros proyectos, como las bóvedas helicoidales, hiperboloides, y paraboloides, las columnas neogóticas, así como nuevos materiales, como el cemento armado. El templo tiene planta de cruz latina, cinco naves centrales y transepto de tres naves y un ábside con siete capillas laterales. Cuando esté, por fin, acabado, tendrá dieciocho torres, y será el templo más alto del mundo. La decoración es maravillosa: las fachadas del Nacimiento, de la Pasión y de la Gloria son de una belleza difícil de describir. En ellas, Gaudí se movió entre lo abstracto y el naturalismo, creando bellas ambivalencias, como lo hizo en la representación del humo del incienso.
Como símbolo de una época, Gaudí y Barcelona están tan unidos que no es posible que se conozca la ciudad sin haber visto las maravillas de Gaudí.