No sin mis «Manolos». Pisando fuerte esta primavera.
Yo, que soy una fan incorregible de los zapatos y que tengo más de 50 (de cada temporada) en mi haber, te diré que los zapatos son clave para vestir tus pasos de seguridad en ti misma, así que no descuides este accesorio y permanece atenta a las últimas tendencias.
Parece que los diseñadores no se ponen de acuerdo y esta primavera no saben si recomendarnos ir en manoletinas o en botines militares.
Tenía la esperanza de que la moda de las manoletinas se acabara definitivamente y estas dejaran de fabricarse a partir del número treinta pero a algún lumbreras se le ha vuelto a ocurrir sacarlos a la palestra y ha acabado con mi moral. Si eres alta y calzas un 41 (porque para sostener casi 1,80 m de altura, queridos amigos necesitas sí o sí un 41), las manoletinas no son cómodas. Su suela fina y extremadamente plana no resulta anatómica, no amortigua bien los golpes y tu talón puede sufrir. Y además, para qué engañarnos, te hace la pierna más ancha y no son nada sexys.
Lo mismo opino de los zapatos planos destalonados que parece que también serán tendencia en la próxima estación. Su estructura no abraza tu pie y finalmente acabas caminando con los deditos arrugados para evitar que se te salga el zapato. Si vas a trabajar en metro olvídate, el riesgo de que acaben, durante una aglomeración, en el hueco entre coche y andén es bastante alto. Yo no me arriesgaría.
Lo de los botines militares y botines abiertos por delante me gusta más. Aunque estos últimos me parecen poco prácticos. En los primeros meses de primavera, en los que las mañanas son frías y las tardes bastante cálidas no sabría si llevarlos con medias o llevarlos sin nada y fingir estar divina a pesar de caminar con los dedos congelados a las siete de la mañana y con un calor de muerte a las tres de la tarde.
Y es que parece que algunos diseñadores y gurús de la moda se siguen empeñando en buscar la innovación en combinaciones inverosímiles y poco cómodas. ¿Qué opinas?
Hay quien dice que se debe hacer desaparecer el árbol, que al fin y al cabo, ‘solo es un árbol’. Esas voces olvidan que las ramas de este superviviente entre los de su especie conforman tres siglos de vida pinteña, que ese árbol compartió el agua de la única fuente de Pinto con sus habitantes y que todas las procesiones que salieron de la ermita pasaron bajo sus ramas. Tenemos que ser capaces de reconciliar a estos dos antiguos vecinos pinteños, pues entre nosotros ya no queda nadie que los viese nacer pero si muchos que podrán disfrutar por muchos años más.